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Ordenación de ancianos en cada Ecclesia

“Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayuno, los encomendaron al Señor, en quien habían creído.” (Hechos 14:23)

La forma de este enunciado con otras referencias a los ancianos, en relación con todas las iglesias, justifica la deducción de que ésta era la invariable costumbre en la Iglesia primitiva. El término “ancianos”, como se ve en el texto, incluye a predicadores, pastores, maestros y profetas (o expositores públicos); de aquí que es importante que aprendamos lo que significa esta palabra “ordenado”. En la actualidad, esta palabra se usa generalmente con referencia a una ceremonia de investidura, pero éste no es el significado de la palabra griega jeirotoneo* que es usada en este texto. Significa “elegir al extender la mano”, que es todavía la forma usual de votar. Esta definición es dada en la Concordancia Analítica de la Biblia del Profesor Young. Como este puede ser considerado como una autoridad presbiteriana, también daremos la definición establecida en la Concordancia Exhaustiva de la Biblia de Strong, que puede ser considerado como una autoridad metodista. La última define la raíz de la palabra: “Ser uno que alcanza con la mano, o votante (por levantar la mano)”.

Una palabra griega totalmente diferente es usada cuando nuestro Señor declaró respecto de los apóstoles: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que os elegí a vosotros, yo os he puesto para vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, Él os lo dé.” (Juan 15:16). Esta es la misma palabra, tithemi, † usada por el Apóstol cuando, al hablar de su ordenación, decía: “Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad.” (1 Timoteo 2:7). Pero esta ordenación que el Apóstol declara de manera distinta, “Pablo, apóstol ‘no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos’” (Gálatas 1:1). Todos los miembros del Cuerpo Ungido, unidos con la Cabeza y partícipes de su Espíritu, son por lo tanto ordenados de manera similar, ciertamente no para el apostolado como lo fue Pablo sino para ser ministros (servidores) de la Verdad, cada uno en la medida de sus talentos y oportunidades (Isaías 61:1), los doce solamente fueron ordenados para ser apóstoles, o representantes especiales: ministros plenipotenciarios.

Al recurrir a la ordenación o reconocimiento de los ancianos por medio del voto de la congregación (Ecclesia) de la Nueva Creación “extendiendo la mano”, como se vió anteriormente, notamos que éste era el modo tradicional, porque el Apóstol usa la misma palabra griega para decir cómo Tito se convirtió en su ayudante. Él dice en 2 Corintios 8:19: “sino que también fue designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación”. Las palabras en cursiva provienen de la palabra griega jeirotoneo que, como se mostró anteriormente, significa “elegir extendiendo la mano”. Y además, la palabra “también” implica aquí que el mismo Apóstol fue elegido por medio de una votación similar. No elegido ni escogido para ser un apóstol sino para ser un misionero, en esta ocasión un representante de las iglesias y sin duda a costa de ellos.

Evidentemente, sin embargo, algunos de los subsecuentes viajes del Apóstol sucedieron sin el voto o apoyo de la Iglesia de Antioquía (2 Timoteo 1:15). Las regulaciones de la Iglesia Primitiva permitieron que todos ejerzan libremente sus talentos y administración de acuerdo con sus propias conciencias. Las ecclesias (congregaciones) podían aceptar o rehusar los servicios de los apóstoles, aun como sus representantes especiales, y los apóstoles podían aceptar o rechazar tales compromisos, cada uno de ellos ejerciendo su propia libertad de conciencia.

Pero, ¿no hay ninguna ordenación de ancianos, etc., que se mencione en el Nuevo Testamento a parte de ésta, una elección? ¿Hay algo que signifique dar autoridad o permiso para predicar, como la palabra inglesa ordain (ordenar) que ahora es usada generalmente en todas las confesiones en relación con el dar licencia y ordenar ancianos, predicadores, etc.? Nosotros examinaremos estas preguntas.

La palabra ordain (ordenar), en relación a los ancianos, es usada solamente en otro lugar y es la traducción de una palabra griega distinta, a saber, kathistemi, * que significa: “poner”, Young; “colocar”, Strong. Esta palabra aparece en Tito 1:5: “Por esta causa te dejó en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses (kathistemi) ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé”, esto es, como yo lo dispuse. Nueva Versión Internacional, “Y en cada pueblo nombraba”. Aparentemente, este texto parece implicar que Tito estaba autorizado para designar a estos ancianos, sin tener en cuenta los deseos de las congregaciones (iglesias, ecclesias); y es en vista de esto que se basa la teoría episcopal del ordenamiento eclesial. Católicos, episcopales y metodistas-episcopales, todos reclaman a sus obispos que establezcan una autoridad apostólica, que coloquen o designen ancianos para las congregaciones, sin la extensión de la mano o voto de la Iglesia.

Este texto es el baluarte de esta idea, pero parece ser más bien un débil soporte cuando observamos la última oración: “Así como yo te mandé”, y reflexionamos que sin duda el Apóstol no daría a Tito el “encargo” o la instrucción de actuar de manera distinta de la que él (el Apóstol) actuó sobre este asunto. La explicación del propio procedimiento del Apóstol, traducida correctamente, es muy explicita: “Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayuno, los encomendaron al Señor, en quien habían creído.” (Hechos 14:23)

Indudablemente el consejo del Apóstol y el de Tito, a quien él encomendó especialmente a los hermanos como un ministro fiel de la Verdad, no solamente sería deseado sino que buscado por los hermanos y muy en general seguido; no obstante, el Apóstol y todos quienes siguieron sus pasos buscaron poner la responsabilidad donde Dios la puso, sobre la Ecclesia, cuyo interés debería ser “probar los espíritus (el que enseña y su enseñanza) si son de Dios” (1 Juan 4:1). El Apóstol aconseja, “Si alguien habla en desacuerdo con esta Palabra, es porque no hay luz en él”, y “aléjense de aquellos”; la iglesia no debe votar por aquellos y de ninguna manera aceptarlos como maestros, ancianos, etc.

En cualquier evento, sería necesario el acuerdo de la Ecclesia, ya sea expresado por el voto, como está establecido, o no; no obstante supongamos que Tito hubiera designado ancianos que no congeniaban con los hermanos, ¿cuánto tiempo habría prevalecido la paz?, ¿cuánto servicio pastoral u otro tipo de servicio realizaría tal Anciano, detestable para los sentimientos de la Iglesia? Prácticamente nada.

Las prácticas sacerdotales, y no las enseñanzas de nuestro Señor y sus doce apóstoles, son responsables de la división de los santos en dos clases llamadas “clérigo” y “laicos”. Es el espíritu de las prácticas sacerdotales y del anticristo que todavía busca dominar sobre la herencia de Dios, imponiendo prácticas antibíblicas, trayendo consigo la ignorancia en las congregaciones. El Señor y los Apóstoles no reconocen a los ancianos sino a la Iglesia (Ecclesia) como el cuerpo de Cristo, y cualquiera que fuera la dignidad u honor que se les atribuya a los ancianos fieles, como servidores del Señor y de la Iglesia, no es simplemente su reconocimiento de ellos mismos ni su reconocimiento por otros ancianos. La elección de la congregación debe conocerlos, debe reconocer sus gracias y habilidades cristianas a la luz de la Palabra de Dios, de lo contrario ellos no pueden otorgarle ninguna posición ni honor. Por ello, ningún Anciano tiene autoridad alguna por medio de su autodesignación. Ciertamente, la posición de ignorar a la Iglesia, el cuerpo de Cristo, y de nombrarse por sí mismo, y por su opinión, superior al conjunto, como de primera clase, tal hermano no tiene una actitud adecuada como para ser reconocido como un Anciano, siendo los principales puntos esenciales para tal servicio: la humildad y un reconocimiento de la unidad de la Ecclesia como el cuerpo del Señor.

Ni tampoco ningún hermano debería asumir las responsabilidades públicas en la Iglesia como líder, representante, etc., sin ninguna elección, aunque esté seguro de que no haya ninguna objeción respecto de su aceptabilidad. El método de las Escrituras de ordenar ancianos en todas las iglesias es por elección de la congregación, extendiendo la mano en un voto. Insistir en tal elección antes de iniciar el servicio es seguir la orden de las Escrituras, fortifica al Anciano y adicionalmente, recuerda a la Ecclesia sus deberes y responsabilidades como designar a los ancianos en nombre y espíritu del Señor, a medida que expresa la elección de Dios, la voluntad de Dios. Adicionalmente, esta disposición de las Escrituras interesa a los miembros de la Ecclesia respecto de todas las palabras y acciones de los ancianos, como sus servidores y representantes. Se opone a la idea muy dominante de que los ancianos poseen y gobiernan la congregación y pone fin a su pensamiento y a su discurso de “mi pueblo”, más que del “pueblo de Dios a quien yo sirvo”.

¿Por qué estos asuntos, tan claramente expuestos en las Escrituras, no son comprendidos ni explicados de manera más general? Porque la naturaleza humana se complace de tener honores y preferencias, y cae fácilmente en condiciones erróneas que le favorecen; porque ellos han sido aceptados durante diecisiete siglos; porque el pueblo permite estas condiciones y las prefiere en lugar de las libertades por las cuales Cristo libera. Además, muchos también se han sentido tan seguros de que las costumbres de Babilonia deben ser correctas que ellos nunca han estudiado la Palabra del Señor respecto de este asunto.

El periodo de servicio de los Ancianos

Según la inspiración, nada está dicho respecto del periodo para el cual debería ser elegido un anciano, por ello estamos en la libertad de ejercer el razonamiento y el juicio en relación con esta cuestión. Muchas personas pueden ser ancianos estimados, o hermanos desarrollados en la Iglesia, y pueden ser útiles y altamente apreciados, y sin embargo, no ser parte de los ancianos elegidos presentados por la Ecclesia como sus representantes: predicadores, maestros, pastores. Las “mujeres ancianas” * son así varias veces aludidas de manera honorable por los apóstoles, sin la menor insinuación de que cualquiera de ellas fuera alguna vez elegida como anciana representante o maestra en la congregación (Ecclesia). Algunos elegidos como adecuados para el servicio de la Ecclesia podrían dejar de poseer las calificaciones estipuladas; u otros podrían, bajo la divina providencia, avanzar hacia una mayor eficiencia para el servicio de la Iglesia. Un año o sus subdivisiones, un semestre o un trimestre, parecerían ser periodos apropiados para tales servicios, el último si las personas son menos experimentadas y el anterior si son muy experimentadas y favorablemente conocidos. A falta de una ley, o más aun de un consejo o sugerencia, cada congregación debería determinar la voluntad de Dios en cada caso, de la mejor manera posible.

La cantidad de ancianos

La cantidad de ancianos no está limitada por las Escrituras, pero de manera razonable, mucho dependería del tamaño de la Ecclesia, así como también de la cantidad disponible: competentes, etc. (No se debería asumir a nadie como un creyente ni como plenamente consagrado; tal debería haber recibido, de palabra y de hecho, inequívocas evidencias de su fe y de su consagración mucho antes de ser elegido como Anciano). Nosotros estamos a favor de tener cuantos ancianos posean las calificaciones esbozadas, y los privilegios de los servicios entre ellos. Si el apropiado fervor actúa sobre los ancianos y desean algún tipo de trabajo misionero o de predicación requeriría de algunos de ellos, o parte del tiempo de muchos. Cada Ecclesia debería ser de ese modo un seminario teológico del cual saldrían continuamente maestros eficientes hacia campos más amplios del servicio. El Anciano que muestre envidia de los demás y un deseo de dificultar que ellos ministren, debería ser considerado como indigno de continuar; sin embargo, no se debería elegir a ningún incompetente ni novato, para satisfacer su vanidad. La Iglesia, como miembros del cuerpo de Cristo, debe votar de la manera en que ellos confían que la Cabeza los haría votar.

Quizás se debería tener cuidado para evitar elegir un Anciano cuando no haya nadie competente para el servicio, respecto de las calificaciones establecidas por los apóstoles, es mucho mejor no tener ancianos que tenerlos incompetentes. En el ínterin, hasta que se encuentre un hermano competente para el servicio, dejemos que las reuniones sean de un tipo informal, teniendo a la Biblia como libro de texto y al Hermano Russell presente de manera representativa como maestro a través de los Estudios de las Escrituras, vuestro Anciano elegido, si así lo prefieren.

¿Quiénes pueden elegir a los Ancianos y cómo?

Solamente la Ecclesia (el cuerpo: hombres y mujeres), las Nuevas Criaturas, son electores o votantes, la “familia de la fe”. Los creyentes que no han sido consagrados, no tienen nada que ver con tal elección, porque lo que se busca es la elección del Señor a través de su “cuerpo”, que posee su Espíritu. Todos los del cuerpo consagrado deberían votar y cualquiera de ellos puede hacer nominaciones en una reunión general convocada para ese propósito, preferiblemente una semana antes de la votación, de modo que se disponga del tiempo para considerar el voto.

Algunos han pedido que el voto debiera ser mediante balotas, de manera que todos puedan sentirse más libres de expresar su real elección. Nosotros respondemos que cualquier ventaja que haya en esto es anulada por una desventaja, a saber, la pérdida de la disciplina y la formación del carácter realizada por medio de la manera apostólica de “extender la mano”. Cada uno debería aprender a ser abierto y franco, aunque al mismo tiempo, afectuoso y delicado. Recuérdese que el voto es la elección del Señor expresada por los miembros de su cuerpo hasta el límite de su habilidad para percibirlo. Nadie tiene la libertad de rehuir este deber, ni de favorecer a uno por encima del otro excepto cuando crea que posee y expresa la mente del Señor.

Las mayorías insuficientes

En los asuntos terrenales, la voz de una escasa mayoría es la que decide, pero evidentemente no debería ser así en la Ecclesia del Señor, o cuerpo. Más bien, hasta donde sea posible, el mandato de la mayoría debería prevalecer y se debería buscar un veredicto o una decisión unánime. El hermano que reciba una escasa mayoría en la votación apenas se sentiría cómodo en aceptarla como “la elección del Señor”, mucho menos la congregación. Se debería buscar otro candidato capaz de tener el apoyo de todos, o de casi todos, voto tras voto, semana tras semana, hasta encontrarlo o abandonar el asunto; o dejar que todos acuerden respecto de dos o tres o más que puedan servir por turnos y así tener consenso. Pero si prevalece el fervoroso amor por el Señor y la Verdad, con oración en busca de guía y la disposición de preferir otro hermano, cuando los talentos están en igualdad de condiciones, generalmente será fácil unificar criterios en relación con la voluntad divina respecto del asunto. “Nada hagáis por contienda o vanagloria”. “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” (Filipenses 2:3, Efesios 4:3).

El mismo orden debería prevalecer con respecto a la elección de los ayudantes llamados diáconos y diaconizas, cuya buena reputación también debería ser tomada en cuenta como una calificación. (Véase 1 Timoteo 3:8-13). Estos pueden ser para cualquier servicio requerido, y ellos deberían tener tantas de las calificaciones de los ancianos como sea posible, incluyendo la aptitud como maestros y las gracias del Espíritu.

Variedad de ministerios

Como ya se vio, los ancianos pueden tener calificaciones especiales en uno u otro aspecto, algunos sobresalientes para exhortar, otros para enseñar, otros para profetizar o para la oratoria, otros como predicadores, para atraer el interés de los no creyentes, y otros como pastores que supervisan de manera general el rebaño en sus diversos intereses, locales o generales. El discurso del Apóstol Pablo a los Ancianos de la Ecclesia en Éfeso nos da un panorama general del ministerio al cual cada individuo debe adaptar y ajustar sus talentos como administrador. Sus palabras son muy dignas de una cuidadosa y piadosa consideración por la cual todos acepten el servicio de un Anciano en cualquier aspecto del trabajo. Él dijo: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por superintendentes [mal traducido como obispos], para apacentar la iglesia [ecclesia] del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.” (Hechos 20:28). ¡Ah claro! Los ancianos en primer lugar deben mirarse ellos mismos, no vaya a ser que el pequeño honor de su posición los haga sentirse orgullosos y arrogantes, y no vaya a ser que ellos asuman para sí autoridad y honores que corresponden a la Cabeza, el Pastor Principal. El alimentar al rebaño es competencia del Señor, como está escrito: “Como pastor, sentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas.” (Isaías 40:11). Por ello, cuando alguien es elegido como Anciano, puede representar al Pastor Principal, puede ser el instrumento o el canal a través del cual el gran Pastor del rebaño puede enviar su propio “alimento en el momento oportuno”, “cosas nuevas y viejas”.

“¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño!, dice Jehová. Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de Israel a los pastores que apacientan mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Jehová. Y pondré sobre ellas pastores que las apacienten; y no temerán más, ni se amedrentarán, ni serán menoscabadas, dice Jehová.” Jeremías 23:1,2,4.
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